POR QUÉ ES DIFÍCIL CAMBIAR

POR QUÉ ES DIFÍCIL CAMBIAR

Cuando decidimos cambiar nuestra filosofía de vida nos enfrentamos a un obstáculo: nuestra resistencia congénita al cambio. Podemos conocer la teoría, pero si no enfocamos adecuadamente el problema al que nos enfrentamos, el camino se puede hacer tan difícil como el castigo que se le impuso a Sísifo: empujar cuesta arriba una piedra por una ladera empinada, sin alcanzar jamás la cima porque la piedra rodaba antes cuesta abajo. El castigo era repetitivo y eterno. 

En este y sucesivos post veremos por qué es difícil cambiar y como podemos puentear a nuestra mente para conseguir esos cambios que harán que nuestra vida sea más placentera y saludable.

El cambio es alarmante. Esta realidad humana es inevitable, tanto si el cambio es aparentemente insignificante (visitar un nuevo club nocturno) o algo que te cambia la vida (tener un hijo). Ese miedo al cambio está arraigado en la fisiología cerebral y cuando el miedo se apodera, puede impedir la creatividad, el cambio y el éxito.

Desde el punto de vista evolutivo, el cerebro es uno de los órganos más peculiares del organismo humano. Nuestros otros órganos (el corazón, el hígado, los intestinos, etcétera) se han desarrollado tan bien que han permanecido uniformes a lo largo de la evolución humana. Pero durante los últimos cuatrocientos o quinientos millones de años, el cerebro sigue desarrollándose y cambiando.

Actualmente, en realidad, tenemos tres cerebros separados, que se unieron a intervalos de aproximadamente cien o doscientos millones de años. Uno de nuestros retos como seres humanos es desarrollar armonía entre esos diferentes cerebros, con el fin de evitar la enfermedad, tanto física como emocional.

En la parte inferior del cerebro está situado el tronco encefálico. Tiene aproximadamente quinientos millones de años y se denomina cerebro reptiliano (y de hecho su aspecto es como el cerebro entero de un caimán).

El cerebro reptiliano te despierta por la mañana, te manda a dormir por la noche y le recuerda a tu corazón que debe latir.

Situado encima del tronco encefálico está el cerebro medio (mesencéfalo), también conocido como el cerebro de los mamíferos (sistema límbico). Con aproximadamente trescientos millones de años de edad, este es el cerebro que, de una u otra forma, tienen todos los mamíferos. El cerebro medio (sistema límbico) regula la temperatura corporal interna, alberga nuestras emociones y gobierna la reacción de lucha o huida, que nos mantiene vivos frente al peligro.

La tercera parte del cerebro es la corteza cerebral (neocórtex), que comenzó a desarrollarse hace aproximadamente cien millones de años. La corteza cerebral (neocórtex), que envuelve al resto del cerebro, es responsable del milagro de ser humanos. La civilización, el arte, la ciencia y la música residen ahí. Es donde nuestros pensamientos racionales e impulsos creativos tienen lugar. Cuando queremos hacer un cambio o activar el proceso creativo necesitamos acceder a la corteza cerebral (neocórtex).

Esta disposición de tres cerebros no siempre funciona adecuadamente. Nuestros cerebros racionales nos ordenan perder peso, pero entonces nos comemos una bolsa entera de patatas fritas de una sentada. O intentamos lanzar una idea creativa para un nuevo proyecto y nuestras mentes se quedan en blanco.

Cuando tú quieres cambiar, pero experimentas un bloqueo, con frecuencia puedes culpar al cerebro medio (sistema límbico) de ser el que pone palos en la rueda. El cerebro medio (sistema límbico) es donde hallarás una estructura llamada amígdala. La amígdala es absolutamente crucial para nuestra supervivencia.

Controla la reacción de lucha o huida, un mecanismo de alarma que compartimos con otros mamíferos. Está diseñada con el fin de alertar a ciertas partes del cuerpo para que actúen ante un peligro inminente. Una de las maneras en que cumple con ello es ralentizando o deteniendo otras funciones, tales como el pensamiento racional y creativo, que pueden interferir en la capacidad física para luchar o huir.

La reacción de lucha o huida tiene muchísimo sentido. Si un león está corriendo hacia ti, el cerebro no quiere que pierdas el tiempo analizando cuidadosamente el problema. En lugar de eso, simplemente suprime funciones tales como la digestión, el deseo sexual y los procesos de pensamiento, y envía al cuerpo directamente hacia la acción. 

Hace miles de años, cuando deambulábamos por las junglas, los bosques junto a otros mamíferos, este mecanismo era de mucha utilidad, cada vez que los humanos se ponían en peligro al alejarse de lo seguro y familiar. La reacción de lucha o huida todavía es vital actualmente; por ejemplo, si un coche en la carretera se equivoca e invade tu carril, o si necesitas huir de un edificio en llamas.

El auténtico problema de la amígdala y su reacción de lucha o huida, en la actualidad, es que dispara el timbre de la alarma, siempre que queremos abandonar nuestras habituales y seguras rutinas. El cerebro está diseñado de tal modo que cualquier nuevo reto, oportunidad o deseo desencadena cierto nivel de temor. Tanto si el reto es un nuevo trabajo o si simplemente se trata de conocer a una persona nueva, la amígdala alerta a ciertas partes del cuerpo para que se preparen a entrar en acción: y nuestro acceso a la corteza cerebral (neocórtex), la parte pensante del cerebro, queda restringido y en ocasiones cerrado. Puede que tú hayas experimentado este fenómeno en forma de ansiedad ante un examen.

Cuanto más importante creas que va a ser, cuanto más pendiente estás de su resultado, mayor es el miedo que sientes. Y entonces te resulta difícil concentrarte. Una respuesta que puede que supieras la noche anterior parece haber desaparecido del almacén de tu memoria.

Algunas personas afortunadas son capaces de evitar ese problema, transformando su miedo en otra emoción: el entusiasmo. Cuanto mayor es el desafío, más entusiastas, productivas y emocionadas están.

Probablemente conoces a unas cuantas personas como esas. Reviven cuando perciben un desafío. Pero en la mayoría, los grandes objetivos desencadenan un gran temor.

Al igual que sucedía con nuestros ancestros en la sabana, el cerebro limita a la corteza cerebral (neocórtex) para ayudarnos a alejarnos del león; sólo que actualmente el león es un trozo de papel llamado examen o el objetivo de perder peso, encontrar pareja o generar resultados en las ventas. ¡La creatividad y la acción útil se ven suprimidas justo cuando más las necesitamos!

En lugar de invertir años en buscar orientación para entender por qué te asusta tener buena imagen o alcanzar tus objetivos profesionales, puedes empezar a descubrir cómo puentear esos miedos. Cuando los objetivos son fácilmente alcanzables (tales como recoger y guardar solamente un bolígrafo que esté sobre un escritorio crónicamente desordenado) te permite que pases de puntillas por tu amígdala, manteniéndola dormida e incapaz de activar los timbres de alarma. 

Cuando tus objetivos son fácilmente alcanzables, tu corteza cerebral empieza a funcionar, el cerebro comienza a crear el «software» para el cambio que deseas, estableciendo nuevas vías neuronales y generando nuevos hábitos.

Este modo de proceder te ayuda a perder el miedo al cambio. Cuando estás asustado, el cerebro está programado tanto para huir como para atacar, lo que no siempre son las opciones más prácticas. Si tú siempre has querido ser compositor, por ejemplo, nunca vas a alcanzar tu objetivo si te levantas del piano por miedo o por bloqueo creativo y, en su lugar, pasas la noche viendo la televisión. Escribir tres notas satisface la necesidad de tu cerebro de hacer algo y alivia su angustia. Cuando las alarmas bajen de tono y se apaguen, accederás nuevamente al cortex y conseguirás que alguna idea creativa vuelva a fluir.

Este modo de proceder te ayuda a perder el miedo al cambio. Cuando estás asustado, el cerebro está programado tanto para huir como para atacar, lo que no siempre son las opciones más prácticas. Si tú siempre has querido ser compositor, por ejemplo, nunca vas a alcanzar tu objetivo si te levantas del piano por miedo o por bloqueo creativo y, en su lugar, pasas la noche viendo la televisión. Escribir tres notas satisface la necesidad de tu cerebro de hacer algo y alivia su angustia. Cuando las alarmas bajen de tono y se apaguen, accederás nuevamente al cortex y conseguirás que alguna idea creativa vuelva a fluir.

Si tu expectativa es que una vida bien dirigida debe ser siempre ordenada, te estás preparando para sentir pánico y sufrir una derrota. Si supones que un nuevo trabajo, relación, un objetivo saludable es supuestamente fácil, sentirás enfado y confusión cuando surja el miedo, y harás cualquier cosa para hacerlo desaparecer.

Puede que ni siquiera nos demos cuenta de las exageradas, desesperadas medidas que tomamos para desprendernos del miedo.

Hay un chiste que define este fenómeno: un borracho está de rodillas debajo de una farola buscando sus llaves. Se le acerca un policía y le pregunta: «¿Qué estás haciendo?» El borracho le responde balbuceante: «Estoy buscando mis llaves». El policía vuelve a preguntarle: «¿Dónde se te han caído?» El borracho dice: «Por allí», señalando hacia el final de la manzana. El policía se rasca la cabeza y dice: «Si se te han caído por allí, ¿por qué las estás buscando por aquí?» Y el borracho le contesta: «Porque la luz es mejor aquí».

Cuando la vida se vuelve temible y difícil, tendemos a buscar soluciones en sitios donde nos es fácil o por lo menos familiar hacerlo, y no en los oscuros e incómodos lugares donde pueden estar las verdaderas soluciones.

De modo que la persona soltera que teme a las relaciones íntimas puede cambiar trabajos o ciudades, trabajando para mejorar una carrera profesional que ya es buena, en lugar de acercarse a un gimnasio o a una escuela de baile donde pueda conocer a alguien con quien intimar.

Las personas que no cuidan de su salud o que ignoran un matrimonio insatisfactorio, pueden comprar una casa nueva o una segunda vivienda y centrarse en esa aventura.

La gente en conflicto con su «autoestima» puede caer en la cirugía estética o en una dieta de choque y un régimen de ejercicios, centrándose en la ingesta de calorías y en los grupos de alimentos, en lugar de enfrentarse a sí misma y a su naturaleza autocrítica.

Pero si tú esperas que aparezca el miedo, puedes enfocarlo de una manera compasiva. Ayuda recordar que cuando queremos cambiar, no siempre los pensamientos racionales guían las acciones, y el miedo puede aparecer en los sitios más comunes.

Digamos que has llegado tarde al trabajo durante las dos últimas semanas. Una mañana te despiertas y tomas una determinación racional: hoy va a ser el día en que finalmente llegues a tiempo a la oficina.

Pero es posible que ciertos miedos de los que ni siquiera eres consciente (quizás hacer frente a un compañero dominante) dejen a tu cerebro varado en una vía muerta, y eso te lleve a hacer una llamada telefónica de más, o a hacer otra colada antes de irte de casa. El miedo puede provocar que inconscientemente sabotees tus mejores intenciones.

No permitas que esos obstáculos usuales para el cambio te hagan sentir tan culpable o frustrado que abandones tus intentos de mejorar. El conflicto es propio de la condición humana; si la gente pudiera controlar sus reacciones fácilmente, seríamos una especie de conducta mucho más moderada, y la primera página del periódico tendría un aspecto muy diferente. En lugar de ello, usa los tiempos de dificultad para recordar que el miedo es un don del cuerpo, que nos alerta ante un desafío. 

Cuanto más nos preocupamos por algo, más miedos aparecen. Pensar acerca del miedo de esta manera puede ayudarnos a sentirnos menos desesperados. Durante las malas rachas, entender que el miedo es normal y que es un signo natural de la ambición nos da más probabilidades de mantener la esperanza y el optimismo, cualidades que aumentan nuestra voluntad de conseguir superarlo.

En lugar de enfurecernos con nosotros mismos por llegar tarde otra vez, o concluir que desgraciadamente somos sencillamente incapaces de llegar a tiempo al trabajo, podemos reconocer el miedo y los efectos que ejerce sobre nosotros. Este proceso, tan simple como imaginar una agradable conversación con ese compañero de trabajo difícil, te permitirá empezar a superar ese miedo. 

En los próximos posts, te ofreceré las herramientas para conseguirlo. Con éstas, el miedo puede enfrentarse, e incluso transformarse.

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