Hoy tengo cita con Prudencio. Estoy muy esperanzada y confío en que me pueda ayudar a encontrar la serenidad perdida. Se que la decisión la tengo que tomar yo, pero, tal vez, consiga que cuando tome por fin la decisión, la asuma sin arrepentirme. Voy a entrar en la consulta y ya os cuento.
Tenía puesta muchas esperanzas en Prudencio, pero, me ha desconcertado. Ante la pregunta ¿debo decidirme por Jorge o por mi marido? la respuesta ha sido que ambas pueden aportarme júbilo y serenidad.
Pero bueno, yo vengo aquí para que me ayudes a salir del bucle en el que estoy metida y tu me dices que da lo mismo la decisión que tome. Pero cómo se le ocurre decir tamaña sandez. Estaba para salir de la consulta, pero se excusó y matizó sus palabras.
Me comentó que la valoración que hacemos sobre la realidad que nos ha tocado vivir no responde, en la mayoría de los casos, a hechos objetivos. Es fruto de la valoración que hace nuestro cerebro, condicionado por nuestros genes y nuestras circunstancias.
Dependiendo de cómo pensemos, así sentiremos y actuaremos. Por lo tanto, éste mecanismo nos define como personas, pero gracias a la plasticidad cerebral, cambiando mi manera de pensar, puedo cambiar mi manera de sentir y de actuar.
Para Prudencio, el riesgo para mi salud mental no está en que me decida por Jorge o por mi marido. La indecisión no solo afecta a mi bienestar emocional, sino también a mi salud. El camino que tengo que recorrer no es breve, pero tampoco eterno. Prudencio se ha comprometido en acompañarme en el camino. Le voy a dar un voto de confianza y me voy a poner en marcha.
Me ha comentado, algo que ya suponía, que él no va a poder decidir por mí. Me puede acompañar, ayudándome a encontrar esas preguntas que en mi reflexión me iluminen sobre qué disyuntiva debo decidirme, y una vez tomada, a superar el arrepentimiento en el que, muy probablemente, me vea envuelta. Pero, la decisión la voy a tener que tomar yo.
Según Prudencio, la mejor disyuntiva a escoger es aquella, que después de una reflexión pausada, nos indique nuestro cerebro emocional. Cuando perdemos miedo a equivocarnos, cuando conseguimos inhibir el mecanismo de «lucha o huida», nuestro cerebro emocional nos ayudará a escoger la disyuntiva que mejor se adapte a nosotros.
Al principio de la entrevista me enfadé cuando me dijo que daba lo mismo por quien me decidiera. Ahora lo entiendo. No tengo que hacerme condicionar por lo que haya vivido o por lo que esté viviendo. Lo debo analizar con altura de miras, con perspectiva. No me voy a hacer condicionar por las exigencias de Jorge, ni por los silencios de Vladimiro.
El miedo que tengo es debido a cómo está estructurado mi cerebro, pero también a mi educación y a mi forma de procesar la realidad. Si quiero superarlo, en mis reflexiones tengo que enfocar lo que considero un problema de forma distinta.
Prudencio me aconseja que imagine estar viviendo el peor de los escenarios: «me decido por Jorge, al poco tiempo me deja por una más joven y me quedo sin amante, sin marido y sin las amistades de toda la vida».
Me estoy imaginando la peor de mis pesadilla, pero tengo también la potestad de imaginarme ese mismo escenario dónde, en vez de estar aterrada por lo que estoy viviendo, me estoy riendo de mis miedos. Me veo como alguien que no teme decidirse por una de las dos opciones, porque está convencida que no existe «la mejor decisión», sino la que mejor se adapta a mis circunstancias.
Con este ejercicio imaginativo, gracias a la plasticidad cerebral, modifico mis circuitos cerebrales, y este cambio, mejorará mi malestar emocional. Dedicándole tiempo, conseguiré transformar ese miedo en serenidad, que me permitirá tomar la decisión más adecuada a mis circunstancias sin miedo a arrepentirme.
Podría empezar por preguntarme, si Jorge no está siendo justo conmigo cuando me presiona, tal vez, sería mejor decir me chantajea, cuando me pide que me decida entre él y mi marido. No estaré idealizando a un hombre que es incapaz de vivir sólo.
Entiendo su deseo por compartir su vida conmigo, pero, no sería más justo por su parte, trasladarme ese deseo, sin presionarme, y dejando que la situación fluya y que sea lo que tiene que ser.
Podría también preguntarme si Jorge ha conseguido cautivarme porque mi matrimonio no era tan satisfactorio como creía. Tal vez, he dado por descontado que era feliz en mi relación. Sé que encontrar la chispa en la rutina no es tarea fácil. Y Vladimiro, ¿ha puesto de su parte?
En fin, la tarea que tengo por delante es enorme, pero no me queda más remedio que enfrentarme a ella. ¿Pero, por qué la vida tiene que ser tan complicada? Desde luego no es el mejor estado de ánimo para empezar, así que ¡chiquilla, ánimo! Disfruta y paladea lo mucho que te ofrece la vida.
Ah, se me olvidaba, Prudencio me ha recomendado que lea los relatos que publica en su blog con experiencias emocionales aparentemente distintas a las mía, pero con un común denominador: el miedo a algo, a alguien, a hacer algo, a no hacerlo, en definitiva, el miedo a secas. Me ha comentado que en estos cuadernos podría encontrar esa “experiencia emocional correctiva” que me ayude a superar mi miedo a decidirme.
Nos vemos en la próxima entrada dónde Marta y yo intercambiaremos opiniones, y alguna que otra crítica, sobre Prudencio con un aperitivo de por medio. Tal vez, en esos relatos encuentre esa «experiencia emocional» que corrija mi miedo.