¡Menuda noche de pesadillas! Ha sido algo insufrible, con escenas escalofriantes, no os podéis ni imaginar lo que he pasado esta noche. Un tren me perseguía mientras yo corría a más no poder, con una sensación de angustia desaforada. El tren me alcanza, y al impactar sobre mí, haciéndome añicos, oigo un estruendo de huesos fracturándose.
Ha sido horrible, y lo peor es que la escena se repetía una y otra vez, sin que se vislumbrara un fin. La angustia ha sido tan insoportable, que he temido que el corazón rompiera mi caja torácica y se catapultara al exterior.
Por fin me he despertado, empapada en sudor y con el corazón que late a la velocidad de un metrónomo. Por cierto, disculpad si no me he presentado, me llamo Clotilde, más conocida como “La Pupas”. Para mi desgracia siempre sufro de alguna dolencia.
Acabo de desayunar y la hinchazón de la barriga es insoportable. He sustituido la leche de vaca por la de soja, pero hasta la fecha, sin ningún resultado. Lo de sustituir o eliminar de la dieta algún alimento no es algo nuevo para mí. Y lo de colon irritable tampoco. Lo mío es ir alternando enfermedades; ahora le toca al colon irritable.
La secuencia clínica por la que transito suele ser casi siempre la misma en las distintas dolencias que he padecido, padezco, y si no media un milagro, voy a seguir padeciendo. Me duele, acudo al botiquín, por cierto muy bien surtido, me sigue doliendo y acudo al médico de familia. El médico de familia me receta un nuevo medicamento, que va a enriquecer mi botiquín, la medicación no me alivia el dolor.
Vuelvo al médico y éste me deriva a un especialista que me pide unas pruebas clínicas y me diagnostica colon irritable. Una enfermedad desesperante cuando tienes la regla por los cambios hormonales; cuando dejas de tenerla, teóricamente, los síntomas deberían remitir, pero en mi caso siguen vivitos y coleando.
Como la culpa no es de las hormonas, vamos a ver qué alimentos podemos reducir o excluir de la dieta. Al parecer hay algunos que inflaman los intestinos; como los cereales integrales, los cítricos, determinadas verduras flatulentas como la col, el brócoli, la coliflor y las coles de Bruselas, los alimentos ultraprocesados y las comidas picantes. Pues para vuestra información, no consumo nada de lo que he enumerado.
Además, hay otra serie de recomendaciones a seguir, como por ejemplo, evitar consumir alcohol, refrescos, café, té, zumos de fruta, y por último, hacer ejercicio para estimular el tránsito intestinal. Cumplo a rajatabla estas segundas recomendaciones tanto como las primeras. Y los dolores no remiten.
Mucho me temo que mi vínculo con la enfermedad es indisoluble. No concreto que enfermedad, porque lo mío es ir alternándolas. La lista es interminable, y para no aburriros con tantos detalles, os voy a comentar las más significativas. Voy a empezar por la cabeza. Sufro migrañas. Los expertos siguen sin aclarar cuáles son los factores desencadenantes.
Suponen que se podría deber a cambios en las vías nerviosas y químicas del cerebro. Cuando me toca la migraña siento un fuerte dolor pulsátil en mi mejilla derecha, que sube a la sien. Los primeros tres días se me hacen insufribles; me tengo que dar de baja en el trabajo. Y lo peor no es el dolor, son las vomiteras. Todo empieza con unas náuseas, seguido de intolerancia a la luz y los sonidos.
Vivo en una calle con mucho tráfico y, cuando estoy en casa, reduzco al mínimo la luminosidad. Pero aun así, el dolor es insoportable, y a continuación le siguen las vomiteras. Cuando acontece cuando estoy en el trabajo, el espectáculo es bochornoso; entre otras cosas, porque repitiéndose a intervalos no puedo abandonar el puesto de trabajo.
Mi sistema óseo se ve a menudo afectado por el dolor. Principalmente las cervicales. Mi botiquín está muy bien surtido de antiinflamatorios y de opioides. De vez en cuando, ninguno de los dos surte efecto; entonces tengo que recurrir a las infiltraciones.
El último episodio aconteció cuando conducía, saliendo de un aparcamiento. Tenía que retroceder marcha atrás y el cuello se bloqueó; no conseguía moverlo. Fue una situación embarazosa y provoqué un pequeño desperfecto en mi coche y en el que colisionó.
Las cervicales nos son la única parte de mi sistema óseo que se ve afectado por el dolor, los huesos de la caja torácica también. Aunque la verdad, eso es lo que dice el médico, porque yo lo que siento es que me duele el corazón. Pero cada vez que se presentan estos dolores el médico me ausculta y en su diagnóstico no percibe ninguna anomalía. Por tanto, lo achaca a procesos degenerativos del sistema óseo.
Resumiendo, tengo muchas dolencias y dolores, los médicos andan perdidos sobre las causas de mis males, me cambian a menudo la medicación, con escasos resultados, y al cabo de un tiempo la dolencia desaparece por arte de magia. Paso una temporada mejor, y cuando pienso sobre lo bien que estoy, surge una nueva enfermedad, Y vuelta a empezar.
Tengo una sobrina que presenta un programa en una radio que transmite solo por internet. La suelo escuchar a menudo porque entrevista a personajes muy interesantes. El último ha sido Prudencio, un educador emocional. Ha comentado que un treinta por ciento de los enfermos que acuden al médico de familia tienen una patología que no es atribuible a causas médicas.
A su modo de ver, nuestro cerebro es un arma de doble filo. Si gestionamos bien nuestras emociones, nuestro sistema inmunitario velará por nuestra salud, en caso contrario, nuestra salud se puede ver afectada, a veces con daños físicos, y otras, con síntomas que señalan un daño a las estructuras corporales sin que éstas estén dañadas. Me he visto reflejada en la descripción porque cada vez que acudo al médico, este me dice que no tengo nada.
Prudencio tendrá un espacio en la radio todos los miércoles en el que explicará la estrecha relación entre emociones y salud y responderá a las preguntas de los oyentes. La semana que viene os comento.