CLOTILDE REFLEXIVA

CLOTILDE REFLEXIVA

El día después de mi encuentro con Lourdes ha sido una jornada de reflexión. Reflexionar no ha sido nunca una actividad que haya practicado mucho; de hecho, cada vez que lo he intentado, me he sentido incómoda. No sé… eso de ponerse a hablar con una misma siempre me ha parecido antinatural. Uno habla con alguien, no consigo misma. Pero en ciertas ocasiones la vida me ha empujado a hacerlo, porque en ese momento era una necesidad imperiosa. Me ponía a ello con la mayor de las ilusiones, pero el intento acababa fracasando a los pocos minutos. Una voz interna me decía: “¡Pero qué haces, esto es cosa de locos!”

Hoy ha sido completamente distinto. Me desperté, desayuné escuchando la radio, como suelo hacer los domingos, y sin darme cuenta, entré en mi mundo interior, desconectada de todo. Fue un viaje profundo, donde mis enfermedades y mis emociones —que siempre habían transitado por vías distintas— acabaron encontrándose. Me he pasado la vida buscando una razón biológica a mis dolencias, y resulta que también se puede enfermar por otras razones. Nunca he estado a gusto conmigo misma, pero jamás se me había ocurrido relacionar ese malestar con mi salud.

Y, sin embargo, en una sola tarde con Lourdes he conseguido entenderme a mí misma más que en toda una vida buscando respuestas médicas. Jamás me había parado a pensar en la importancia de tener un plan vital y amistades verdaderas. Como ya os he contado, mi único plan vital ha sido sobrevivir en un mundo que siempre he sentido hostil, y en el que me he visto como una paria. Y en cuanto a las amistades… mejor ni hablar: los hombres han buscado mi cercanía hasta que han conseguido llevarme a la cama; las mujeres, para burlarse. Pero hablar conmigo misma me está ayudando a comprender que una realidad no es inamovible. Podemos cambiarla.

Aparcar mi escepticismo sobre Prudencio y seguir su consejo fue un acierto. Tenía dos opciones: seguir buscando causas biológicas para mis dolencias, o abrirme a otras alternativas. Elegí cambiar, y desde ese momento, mi suerte comenzó a transformarse.

Este domingo no he salido. Me he sentido a gusto conmigo misma, y el día ha dado para reflexionar aún más. En estas últimas semanas he leído bastante sobre emociones y salud. Al parecer —no sé si lo leí o me lo comentó Prudencio— no se cambia de un día para otro, así que tengo que esperar recaídas. Hay que ver cómo reinterpretamos nuestros recuerdos… quizás fue un comentario de Prudencio y mi mente, para alimentar mi ego, interpreta que he tenido una actitud proactiva al buscar respuestas.

También he llegado a la conclusión de que debo ampliar mi visión del plan vital y de las amistades. Conocer a Lourdes y empezar a construir una relación con ella ha sido un acierto. Pero puedo extender esa apertura a otras áreas de mi vida, como el trabajo. Hasta ahora, he vivido a la defensiva, levantando muros para proteger mi serenidad. La relación con mis compañeros ha sido estrictamente profesional. Soy capaz de concentrarme, de ser inmune a las distracciones. Esa actitud me ha hecho extremadamente productiva y, por tanto, ni jefes ni compañeros han tenido nunca nada que reprocharme. Me ha permitido pasar desapercibida. Pero si quiero que mi salud mejore, tengo que dejar de ver a todo ser humano como una amenaza.

Con Lourdes he descubierto que no todo el mundo actúa como mi madrastra. Probablemente no llegue a confraternizar con todos mis compañeros —tampoco se trata de eso—, pero uno puede compartir la vida con unas pocas personas y relacionarse con muchas más. Claro, no puedo esperar que el cambio sea inmediato. Si durante años no he mostrado ningún interés por mis compañeros y ellos han acabado viéndome como un bicho raro, no puedo pretender que me acepten ipso facto.

Reflexionar sobre mí misma me está aportando una enorme serenidad. Incluso estoy imaginando escenarios que me sorprenden. No os lo vais a creer: me estoy imaginando en una relación de pareja. Como ya os he contado, mi experiencia con los hombres ha sido… mejor dicho, ellos no han tenido interés real en conocerme. Se han interesado por mi cuerpo, pero no por mi vida, ni por mi historia. A pesar de todo, haber conocido a Lourdes me permite pensar que otro mundo es posible. Y entonces me pregunto: ¿por qué no podría encontrar una pareja con quien compartir mi alma?

El domingo llega a su fin y mañana tendré que enfrentarme a la realidad. Una parte de mí me dice que no me haga ilusiones; la otra, que confíe en mí misma.
La semana que viene os contaré quién ha ganado.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *