A menudo se percibe la comunicación estratégica como una forma de manipulación, como si el hecho de pensar antes de hablar o estructurar bien nuestras ideas restara autenticidad a lo que decimos. Sin embargo, esta creencia es un prejuicio que limita nuestras posibilidades de conexión con los demás.
El término «diálogo» significa intercambio de inteligencias, no una batalla de impulsos descontrolados. La comunicación no es simplemente lanzar palabras al aire esperando que sean bien interpretadas; es un arte que puede abrir puertas o cerrarlas según cómo lo utilicemos.
El mito de la comunicación sin influencia
Existe la idea errónea de que podemos comunicarnos sin influir en los demás. Pero esto es una falacia. Toda interacción humana influye de alguna manera. Desde el tono de voz hasta el lenguaje corporal, todo lo que hacemos al comunicarnos tiene un impacto en el otro.
Ante esta realidad, tenemos dos opciones:
- Hacer como el avestruz y esconder la cabeza bajo la arena, negando la influencia que ejercemos sobre los demás.
- Aceptar que la comunicación es una herramienta poderosa y aprender a utilizarla con conciencia y responsabilidad.
La comunicación en sí misma no es buena ni mala. Es el uso que le damos lo que define su impacto. Si decidimos no aprender a comunicarnos mejor por un rechazo moralista, debemos ser conscientes de que esa ignorancia nos convertirá en víctimas de nuestra propia falta de habilidades.
La espontaneidad: ¿realidad o ilusión?
Muchos argumentan que en las relaciones íntimas el uso de estrategias comunicativas quita espontaneidad y autenticidad. Pero, ¿es realmente así?
La neurociencia nos enseña que la espontaneidad no es más que el resultado de la repetición. Lo que hoy consideramos natural en nuestra forma de hablar, reaccionar y comportarnos es simplemente un conjunto de hábitos aprendidos y automatizados con el tiempo.
Si en una pareja o en una familia se fomenta un estilo de comunicación orientado al diálogo constructivo y al descubrimiento conjunto, con el tiempo, esta forma de comunicarse se vuelve «espontánea». Lo mismo sucede con los estilos de comunicación tóxicos: si se repiten lo suficiente, se convierten en la norma.
Conclusión: ser arquitectos o víctimas de nuestra comunicación
Cada persona tiene el poder de decidir: Ser artífice de su comunicación, aprendiendo y aplicando técnicas para mejorar sus relaciones. O ser víctima de su propia falta de conciencia comunicativa, repitiendo patrones sin saberlo y sufriendo las consecuencias.
La comunicación efectiva no es manipulación, es simplemente una habilidad que, cuando se usa con responsabilidad, fortalece vínculos y evita malentendidos.
¿Crees que la comunicación estratégica resta autenticidad o la potencia? Déjamelo en los comentarios.