Los relatos que habéis leído sobre Marta y Paquita, y los que leeréis de otros personajes, tienen como objetivo ayudaros a alcanzar ese bienestar emocional que sea beneficioso para vuestra salud física y mental.
Cada personaje tendrá una entrada en la que veremos qué moraleja se deduce del relato que los describe. En la que ahora nos atañe, vamos a ver qué enseñanza nos pueden aportar Marta y Paquita.
Marta es una mujer empoderada y con un carácter fuerte. Su visión de la realidad se ajusta a unos cánones que considera que todo ser viviente debería de observar.
Por desgracia para ella, esa visión suya sobre la realidad, dista mucho de la realidad «real». Marta considera que el mundo es injusto con ella.
No hay día en el que alguien decida a sabiendas amargarle la existencia. A cada afrenta, responde con el lema «ojo por ojo, diente por diente».
A su modo de ver, nuestras acciones están guiadas por el libre albedrío, es decir, toda persona tiene el poder de elegir y tomar sus propias decisiones.
Para Marta, cuando alguien actúa de manera desconsiderada hacia su persona, lo hace a sabiendas. Por lo tanto, toda afrenta será respondida con la máxima contundencia.
Estos continuos encontronazos están afectando a su salud. A través de distintas lecturas llega a la conclusión de que si quiere mejorarla, tiene que aprender a lidiar con sus emociones.
Por medio de Paquita conoce a un educador emocional, Prudencio, que la acompañará en el camino para revertir ese malestar por otro de mayor bienestar.
Con Prudencio Marta descubre que el libre albedrío no tiene ninguna base científica. La gran mayoría de las decisiones que tomamos están condicionadas por nuestras emociones.
A través de distintos ejemplos, Marta empieza a asumir que por mucho que razonemos sobre qué decisión tomar, las emociones serán las que guíen nuestras actuaciones.
Por lo tanto, cuando alguien actúe de manera desconsiderada hacia nosotros, no le culpemos de haberlo hecho adrede. Esa persona, como todo ser pensante, es fruto de sus genes y de sus circunstancias.
Con esto no quiero decir que estemos poniendo siempre la otra mejilla. Tenemos que ser conscientes de que estas situaciones se pueden dar, pero también de que el derecho a disfrutar de bienestar emocional es incuestionable.
Cuando alguien lo perturbe de manera continuada, es conveniente que nos planteemos la mejor estrategia para que esta persona no perjudique nuestra salud.
A veces podremos soltar lastre y otras deberemos buscar estrategias que disminuyan el daño que estas personas nos puedan provocar.
Por medio de distintos ejemplos, Prudencio ayuda a Marta a descubrir que el concepto que tenemos de la realidad es subjetivo.
Una misma situación puede ser valorada de manera distinta dependiendo del país en donde te hayas criado, la edad que tengas, la época histórica en la que estés viviendo etc.
Alguien que reside en España puede considerar que en los países musulmanes las mujeres son tratadas injustamente. Supeditadas a los hombres, están obligadas a llevar velo, en verano ir tapadas y a pesar del calor etc.
Pero un musulmán considera que nosotros no tratamos bien a nuestros mayores cuando los aparcamos en una residencia, en vez de vivir con su familia. Concluyendo, antes de emitir juicios de valor, reflexionemos.
Paquita se encuentra bajo la influencia de la espada de Damocles, ese acero que con independencia de la decisión que tomemos va a caer sobre nosotros.
De Guatemala a Guatepeor. El estado anímico que describo en el relato es algo por el que casi todos hemos pasado en algún momento.
Suele ser una sensación muy desagradable porque no entendemos por qué nos es tan difícil decidirnos.
Consideramos que si somos capaces de razonar, evaluando los pros y los contras, la decisión a tomar debería llegar de manera automática.
Nos equivocamos cuando pensamos que la razón es la que guía nuestras decisiones, pero no es así.
El miedo a fallar es el causante de la indecisión. Por otra parte, el pavor es el principal responsable de la mayoría de los malestares emocionales.
Por consiguiente, para conseguir decidirnos por una de las dos opciones, tenemos que superar el miedo a equivocarnos.
Si queremos alcanzarlo es conveniente que nos preguntemos qué es lo peor que nos podría pasar si nos decantamos por cada una de las decisiones, y por medio de un análisis con perspectiva de la situación, nos cuestionemos si ese desenlace que tanto tememos es tan desastroso como imaginamos.
Si relacionamos este evento con otros anteriores por el que hemos transitado con el mismo desasosiego, es muy probable que lleguemos a la conclusión de que no hay nada que temer.
Puede ser de mucha ayuda imaginarnos en el peor de los escenarios y riéndonos de nuestros miedos. En el caso de Paquita: Jorge me deja por una más joven, me divorcio y pierdo mis amistades de toda la vida.
Cuando perdemos miedo al miedo vamos a tomar la mejor decisión que se adapte a nosotros y a nuestras circunstancias. Y a menudo la realidad nos sorprende como a Paquita.
Resumiendo, el peligro no está en qué decisión tomemos, sino en que no nos decidamos. Esa indecisión nos puede carcomer anímicamente.