PAQUITA Y MARTA Finalizado

PAQUITA Y MARTA Finalizado

Acabo de hablar con Marta y por el tono de su voz he percibido que está pasando por un mal momento; no me ha querido adelantar nada por teléfono. 

La he invitado a comer, y hemos quedado a las dos en el Match Point. Es un restaurante con una oferta gastronómica que, como la vida, siempre te sorprende. 

La he encontrado demacrada, pero me he abstenido de hacer comentarios. No ha hecho falta; ella misma ha descrito, sin ahorrarse detalles, el calvario por el que está pasando. 

He llegado con un deseo irrefrenable de contarle el giro inesperado que había tomado mi vida, pero he conseguido contenerme y concederle la palabra; necesitaba hablar, sin ser interrumpida, de la senda por la que estaba transitando su vida. 

Me ha comentado que su relación con su hija está muy deteriorada; que estuvo un tiempo con su padre, pero que su nueva pareja no soporta las impertinencias de la niña y se la ha devuelto a su madre. 

Viven como dos desconocidas bajo el mismo techo. Marina no prueba bocado de lo que Marta guisa. Se alimenta solo bocadillos con lo que encuentra en la cocina. 

Ha dejado de salir con sus amigos, ha suspendido todas las asignaturas y pasa el día recluida en su habitación, que está hecha una leonera porque no le permite a su madre entrar a limpiar, sin despegarse del móvil. 

Marta teme que su salud mental se pueda ver perjudicada. Le ha preguntado a Prudencio si podía ayudar a su hija y le ha comentado que no asiste a menores, pero le ha proporcionado el nombre de un especialista en adolescentes rebeldes.

Prudencio y el encontronazo con su hija la están ayudando a enfocar la realidad de manera distinta. 

El cuaderno de notas, las reflexiones y la consulta con Prudencio le permiten poner en perspectiva lo que acontece en su vida y aquello que había sucedido en el pasado. 

Está muy satisfecha por emprender el camino para conocerse a sí misma, porque ahora percibe una versión de la realidad muy distinta a la que consideraba inamovible. 

Se ha dado cuenta de que el refrán «De tal palo, tal astilla», tiene muchos puntos de adherencia con la situación por la que está pasando. 

La relación con su padre no era muy distinta de la que ahora mantiene con su hija. 

Su progenitor intentaba moldearla a su imagen y semejanza y ella actúa de manera similar con su hija, imponiéndole los cánones de conducta que considera adecuados. 

Comparten muchos genes, las circunstancias son similares y, por lo tanto, el conflicto está servido. Percibir que su educación emocional está progresando le aporta serenidad. 

Consciente de sus prontos intenta disminuir sus efectos. Ha asumido que los cambios no son de un día para otro, pero aprecia cada día las mejoras por pequeñas que sean. 

Reflexionando a diario, consigue valorar aspectos de la vida que desconocía que podían aportarle tanta alegría y plenitud. Este bienestar se ve empañado por la preocupación por la relación con su hija y la salud de ésta. 

Está también aprendiendo a no culparse por lo acontecido con ella. La reacción que tuvo ante la amenaza de ésta de tatuarse todo el cuerpo incluyendo la cara fue fruto de sus genes y de sus circunstancias. 

Ahora trabaja para mejorarse y según Prudencio tiene que estar muy orgullosa de los resultados que ha conseguido y confiar en que, acrecentando su educación emocional, enriquecerá su relación con su hija. 

Gracias a las evidencias científicas que le proporciona Prudencio está empezando a ser menos escéptica. 

Ha tenido ocasión de leer sobre investigaciones científicas que corroboran lo que le transmite Prudencio a propósito de la importancia de mejorarse emocionalmente para mejorar el bienestar de su hija. 

Según la teoría de la reciprocidad fisiológica nuestros cuerpos se comunican no solo con la palabra. Éstos hablan, dialogan con el cerebro y con los sistemas nervioso, cardíaco y endocrino.

Por ejemplo, llegamos a casa después de trabajar y estamos muy estresados, con unos niveles de cortisol altísimos, nos acercamos a nuestros hijos y estos perciben el agobio que nos atenaza, la cuantía de cortisol en su riego sanguíneo se dispara y se ponen más nerviosos. 

Es como un virus. En el caso de la madre, la reciprocidad se da por igual con un hijo o con una hija. En el del padre se contagia más a la hija. Somos esponjas. Ocurre también a la inversa. 

Si me siento bien conmigo mismo, con altos niveles de oxitocina, subirán los de mis hijos. Este fenómeno no ocurre solo con los vástagos. En el trabajo podemos impactar sobre los demás. 

Si mi compañero está de mala uva, eso puede colisionar con mis emociones. Prudencio le recuerda a menudo, que uno de los mayores obstáculos para mejorar en bienestar emocional son las expectativas. 

Es importante olvidarse del día en el que se alcanzará el edén, y seguir las pautas que nos puedan ayudar a vivir en paz con nosotros mismos, a sabiendas de que por nuestra estructura cerebral en algún momento podremos entrar en un bucle mental. 

Si renunciamos a alcanzar un imaginario edén, estaremos en el camino para conseguir una saludable serenidad.

Cuando le he contado cómo ha evolucionado mi historia con Jorge, Marta se ha quedado pasmada. No daba crédito y creía que le estaba tomando el pelo. 

Cuando asumió que lo que le contaba no era una patraña, soltó una sonora carcajada. Le parecía increíble el atajo que había tomado mi relación con Jorge. 

Me felicitó por el afortunado desenlace, se auguró tener la misma suerte con su hija y quedamos en volvernos a ver de forma periódica. 

La próxima vez invita ella. Confía en que en esa ocasión la conexión con su hija habrá mejorado.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *